09 diciembre 2010

Veneno en el aire (parte I)

(LAS NIÑAS DEL SOL, 2 PARTE I)


El sol sale cada día muy temprano cerca del mar.

¿Qué debía hacer la niña del sol para que este ya no salga más, si ya no lo quería?… nunca más.

Cada noche era una tragedia saber que la mañana desteñida del día siguiente se acercaba para dar paso a la luz del sol. El tipo la había tocado con sus manos sucias, y cada mañana algo cada vez más extraño podía pasar. Dentro de su silencio gritaba que alguien la ayudara.

El tipo era su padrino y vecino… y se supone que con su esposa –la señora Gilda- cuidarían de ella y su hermanita de 4 años. Cada día, por encargo de la madre, la señora Gilda les daba una miradita sólo para ver si las niñas estaban bien.

Cuanto deseaba la niña del sol que regresen sus días de escuela para no tener que quedarse sola en casa con la pequeña, pero quien sabe. Si ella no estuviera de vacaciones tal vez la pequeña se tendría que quedar sola a merced del tipo que la acariciaba extrañamente.

Cuántos días ha rogado por ir al trabajo de su madre. Pero eso no se puede. Ha llorado mucho para que la madre le haga caso, y de paso  aprovechó para llorar  por el miedo que sintió la primera vez que el tipo la abrazó más tiempo de lo usual… sin que nadie se diera cuenta. Y nadie se dio cuenta.

A lo mejor son ideas suyas. Su padrino la quiere. Pero no debió darle un beso. Que vergüenza sintió la niña. Por eso salió corriendo al patio y jaló a su hermana para empezar a jugar. En el patio estaban los demás vecinos y sentía menos miedo.

Otra noche más. Deseó con todas sus fuerzas que ya empezara el 4º grado e ir a su colegio. Deseó cumplir más años para ser fuerte y defenderse. Ojalá ya fuera junio para cumplir 9 –pensó-. ¡No! Mejor 10.

Ahora si estaba segura de que el tipo era malo. No puede ser bueno. Su silencio la atrapaba sin que ella pudiera controlarlo, no comprendía por qué sentía vergüenza. No había sido ella la que lo abrazaba inapropiadamente.

Esta mañana, todo estará bien; pues aunque mamá salga muy temprano y deje la puerta sin seguro para que venga la señora Gilda a cuidarme, yo estaré despierta cuando mamá se despida  y esperaré a que salga,  cerraré la puerta muy fuerte. Así nadie podrá entrar y no tendré que fingir que mamá hizo todo bien.

Y no tendrá que contarle a su madre el error tan feo que ha cometido al no llevarla consigo y además le evitará el disgusto pues a pesar de todo la quería mucho. El tipo trató de entrar, pero no pudo. La niña sintió que ganó; pero lloró con tanta fuerza, como nunca lo había hecho en su pequeña vida y se preguntó por qué le pasa esto.

Pronto su madre se enteró de que la puerta estuvo cerrada y sus buenos vecinos y no habían podido entrar a darle una miradita a sus hijas... la niña recibió una reprimenda. De nuevo lloró.

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