10 diciembre 2010

Veneno en el aire (parte II)


*(LAS NIÑAS DEL SOL, 2 PARTE II)

Que asco sintió en la mañana cuando abrió los ojos y vio al tipo metiendo sus  manos sucias debajo de su pijama. Gritó y lloró y el tipo se asustó tanto que salió de la casa. Que arrepentimiento sintió por quedarse dormida, que asco, repugnancia, cosas feas en el estómago, todo lo malo se abalanzaba sobre ella. Se sintió la peor persona y esa vergüenza que no se iba y que no le dejaba contarle a alguien el suceso tan espantoso.

Esta noche no encontró el lugar ni el momento de hablar con mamá pues ella se veía deprimida por las peleas con papá y cansada por el trabajo. Como ser un problema más para ella, pensaba llenándose de más miedo.

Esa noche fue difícil dormir, pero siempre un parte de sí estaba atenta a cuando amaneciera y mamá saliera de casa para protegerse una vez más con la seguridad de un cerrojo de 5 centímetros detrás de su puerta de tripley.

Esa mañana, todo parecía terminar bien… ya casi eran las 2 de la tarde y mamá ya estaba por venir. Ya hay gente en el patio, no hay mucho peligro cerca. El cerrojo no estaba puesto. Mamá ya debía estar cerca. El tipo se escabulló como la suciedad en la casa, se acercó tanto a la niña que le hizo daño. La niña se defendió, pero tenía 8 años.

Lloró con tal odio que el tipo salió huyendo nuevamente. Caminó apenas al cajón de ropa de su madre y se tomó una de esas pastillas pequeñas que siempre toma ella por lo que vio en la tele sobre niñas embarazadas. Lloró sintiendo suciedad en cada parte de su piel. De igual manera no dejó que su madre notara nada.

Estuvo casi dormida en su cama. Dijo que estaba enferma del estómago. Cuando llegó la noche sin hacer ruido alguno por la madrugada salió por la puerta trasera y cuando estaba fuera no sabía  a donde ir. Tenía un pequeño cuchillo en las manos guardó de la cocina, la casa del tipo estaba cerca y el odio recorrió sus venas infantiles.

Pensó en su amiga que tanta falta le hacía y salió por la puerta general caminó hasta la esquina. Que cerca está la casa de Lidia-dijo-. Fue hasta allá y tocó débilmente el portón  verde… ya sabía que nadie la escucharía. Dio media vuelta con su bata blanca estampada de pequeños ositos rojos, la calle tan vacía, la suave corriente de aire elevaba sus cabellos y su cerquillo. Lidia aún no llega de viaje de sus vacaciones-pensó-.

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