01 febrero 2011

fantasmas


El fantasma apareció en la ducha, antes de que abriera la cortina ya se había ido. El fantasma era androide, pero a la vez parecía una masa del color del jabón sin perfume. Más miedo provocaba cuando era un androide con capucha descolorida color jabón, y la mirada siempre al suelo. Su interior era siempre como esas marcas profundas de la niñez que persiguen sin cansancio. Como una depresión adolescente eterna, a pesar de que se crece, no se olvida. El abuso, el abandono, la ignorancia, los golpes de la mujer, el abuso…

Este fantasma ya estuvo en el sueño rápido y borroso de cinco minutos y pretendía llevarse a la joven, más niña que joven. Al secarse dejó la toalla húmeda sobre el lavadero y le pasó su confusión con la energía de su juventud peculiar. La soltó encogiendo las manos muy rápido como para no contaminarse otra vez.

Arrastrada inició su presagio, mató todo lo demás antes de querer matarse. Susurró un pequeño fragmento de una canción naranja pastel suave, para disfrazar el miedo que salía de sus poros con olor a sangre, pero este le ganó… aunque no totalmente como a veces quisiera ella.

Al fin comprendió que nada podía ser más fuerte que su propia decisión. Lo logró extrañando todo lo bueno que dejó pasar. Pero era el inicio y eso también debía aceptarlo para llegar al final. Y que este sea un buen final.

Al parecer ya no había nada mientras se miraba al espejo ayudada por la luz del pasillo que ingresaba débil por la ventana alta. El foco se había quemado ayer. Se quedó muda e inmóvil como un árbol adulto 6 segundos más. Parecía otra, porque decidió ser otra, aún con el miedo perseguidor… pero abrió la puerta y se iluminó toda.

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