05 abril 2011

Los pasos se quedan detrás del caminante

Abril regresaba por el camino de siempre, en el mismo carro, a la misma hora, con la misma cara y el mismo número de monedas en el bolsillo pequeño de la mochila.

Miraba hacia el mismo lugar cuando le pidieron permiso…

Ella había intentado en varios caminos quitarse la vida. En las vías, en el puente, en el baño de su casa, en el mirador, en la línea de siempre cuando el cobrador le abre camino para que baje con la puerta abierta del bus antes de detenerse. Pero al parecer la falta de público a punto de detenerla no la animaba a concretar su objetivo.

La muchacha regresaba por el camino de siempre, en el mismo carro, a la misma hora, con la misma cara y el mismo número de monedas… pero cada vez con más desgracias en la espalda

Miraba hacia el mismo lugar con los oídos nublados cuando le pidieron permiso. Que problema el que se había ganado sin querer. Siempre hacíamos esfuerzos por esquivar a la gente y evitar cualquier tipo de contacto, al caminar, al correr, al vivir y al soñar. Que estrés.

Miró a esta persona que absurdamente le habló, y regresó su mirada donde siempre… al sur. El chico no parecía rudo, pero le cayó mal como todos y como todo. Tenía esas típicas mochilas garabateadas e incluso frases con errores que detestó, pero ¿por qué se fijaría la muchacha en aquel?

Pues fue un brillo que le hincó los ojos y le hizo girar la cabeza. Entonces la miró fijamente… ¿qué se habrá creído? – dijo. Detestaba a las personas que no sabían que era una falta de respeto mirar demasiado a alguien que no conocen. Tal vez debería largarme de este país en donde no respetan a los desconocidos – pensó por enésima vez en irse hacia un lugar lejano.

En fin, intentó seguir su camino y con varias miradas disimuladas y de reojo lo escaneaba por completo sin querer y no entendió como podía caber en un asiento tan estrecho. En un parpadeo una señora sube con su pequeño hijo y este corre al asiento donde estaba el delgado chico. Pero…

-       ¿dónde estaba este? Lo perdí en tres segundos. Debe estar parado en la puerta apunto de bajar. – piensa y se resiste a voltear.
-       ¡Baja en el siguiente paradero! – grita el cobrador
-       es en este paradero donde bajará, no está lejos de mi casa. – vuelve a pensar sin nublarse.

Bajo el asiento del niño un objeto molesta otra vez sus ojos. Que buena vista tiene, es un anillo ¿acaso es de él? Recordó el sueño que tenía siempre de niña, en el que se perdía al doblar la esquina de su casa y cruzaba un pozo sobre una tabla angosta. El agua en el pozo reflejaba la luna profundamente, tanto que también le molestaba los ojos mirar hacia abajo.

Lo penoso era que al cruzar el puente no encontraba jamás el camino de regreso. Era el reflejo que la perdía una y otra vez. Solo hacía falta doblar la esquina de su casa y ya estaba hecho.

El auto aumentó la velocidad y se paró inmediatamente, entonces ella bajó un paradero después de él… y empezó a caminar hacia atrás para encontrarlo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario