04 mayo 2011

AZABACHE I


Después de no olvidarte me tomé un vaso de agua, de esos que intentan purificarte y se quedan cortos. No fue casualidad la lluvia dramática para ese día – tu día siguiente – tu último día.


Me lavé las manos y vi tu sombra pasar… así como de reojo la pude ver. Pasaste rápido y no me diste tiempo, pero me di cuenta; no pienses que no. Pasaste para probarme que te quedarías en casa con la mitad de comida casera y la otra de galletas para mascota,… esa mascota que siempre fue uno de la familia.

Fue difícil regresar a la tienda y al mercado sin  ver que me sigues… tu lengua que de vez en cuando humedecía mi rodilla mientras mi bicicleta corría y tu compañía interminable… eran tan armoniosas como la infancia buena que todos quisieran haber tenido.

Alegre como tu primer día en casa. Perdón si te cambié de nombre cuando llegaste, es que te vi especial tal como eres, no era posible que tuvieras un nombre tan… masivo. Además es cierto que cambié tu nombre, pero sabes que en el fondo significa lo mismo.

Dicen que los músculos de tu rostro no están hechos para mostrar sonrisas, pero tus orejas voluntariamente tiradas hacia atrás y los extremos de tu boca tan arriba… no me digas que no era felicidad. Tus ganas de hablar y de abrazar, dientes al aire y meneando la mitad del cuerpo… como te gustaba bailar en medio de la sala.

Aún no entiendo tu desmesurado cariño, supongo que no lo comprendo porque nuestra naturaleza no es igual, pero yo sigo soñando contigo… será que piensas en mí y en mi familia porque también es la tuya.

No me repongo aún desde que te has ido. Porque no debiste. Sé que hasta hoy estarías al lado de nosotros, estoy segura. Tendrías 16 años humanos y no se cuantos caninos.

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