17 julio 2013

Mr. Destiny 6

<El dios del amor>
Intentaría un sueño voluntario, había pasado un mes y no lo había logrado… era la tristeza de estar lejos. En momentos se sentía absurda.

Normalmente despertada tarde y apresurada por llegar al trabajo... no se dio cuenta aún que la rutina la estaba presionando. En la noche iba a clases, último año en Psicología, el final estaba cerca.

A veces todo era tan dramático como una película hindú, y otras nada tenía sentido ¿Acaso las cosas tienen que doler para tener sentido? Siempre alguien debe morir o sufrir para aprender la lección. ¿Es que todos somos tan brutos e incapaces en el lenguaje del mundo casado con la vida? En momentos como ese odiaba sin remedio al Sr. Destino. Y una de sus armas mortales era ese sentimiento raro.

El amor, cosa rara, el amor tiene infinitas caras. Y es una palabra bonita cuando la pronuncias y le das vida… pero como toda palabra pierde sentido cuando la repites mil veces sin parar. No sé qué es, el tiempo o la lengua… o tal vez la mente humana, pero pierde sentido. Cualquier palabra en una boca humana lo hace. Hay que decirla sólo cuando es necesario.

Aquel primer mes pasó rápido. Estuvo lleno de todos los recuerdos de las primeras veces. La primeras primeras palabras, el primer enfrentamiento, la primera carcajada hasta llorar de risa, el primer amanecer, la primera vez en el cine, la primera película rara, los descubrimientos de sí mismos, partes del alma de cada uno que quizás nadie más en el mundo vería, sentimientos correspondidos repartidos generosamente en muchos recuerdos... y todo aquello le dolía.

Al fin pudo soñar, y no voluntariamente. Caminaban dos chicas, subían por el camino hacia una montaña, una le había robado el chicle a la otra mientras lo sacaba del empaque, habían bailado sin parar y probablemente volvían a casa. Se veían algunos jóvenes que limpiaban establos y la música era antigua y universal, la tarareaban una y otra vez... sin embargo si en ese instante alguien les preguntaba el nombre de la canción o el intérprete ninguna hubiera sabido.

De pronto apareció con fuerza un ruido desgarrador, a pesar de ello en el fondo la música continuaba. Eran cuatro caballos, uno más herido que el otro, danzaban cuesta abajo, como camino a la muerte... danzaban dando saltos y volteretas dolorosas, acrobacias que nadie imaginaba podía hacer un caballo, mucho menos en el aire durante un salto.

Cuando volvían al suelo este los destruía. Los muchachos abrieron las corrientes de agua para regar el frente, sin imaginarse qué espectáculo estábamos apunto de ver. Los caballos llegaron al final del camino en la puerta de dicha hacienda... ellos aprovecharon cada metro del camino para danzar y sus ritmos les hicieron sentir que una enfermedad nacía dentro de ellas.

El camino terminó y aterrizaron de su última pirueta, cayeron de cualquier manera, pero no intentarían levantarse. Habían cumplido. El montón de tierra y agua fresca los recibió teatralmente, en pocos segundos (pero largos segundos) el fango les daba confort a sus cuerpos desordenados y sangrantes.

Su misión había concluido. 

Los muchachos de la hacienda también estaban conmovidos, pero luego de un minuto algunos continuaron con sus quehaceres y otros se organizaban para recoger los cuerpos, aquel hecho resultó ser frecuente. Tanto que ya nadie se preguntaba por qué ni de dónde venían tales criaturas.

¿En qué mundo había llegado a parar? se preguntó cuando despertó. No pudo recordar el nombre del campo, ni del pueblo, ni de la montaña. Sólo recordó que al final del evento se sintió tan sola como la soledad que la esperaba al otro lado, lo recordó tan claramente que reparó en que estaba en un sueño.

Y aquel sueño fue algo así como el amor.

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